Rosas y labios
Vinos y roces
Hay noche húmeda hoy
Dedos que tiemblan
Botones tercos
que interrumpen mis ansias
Rocío sobre la rosa.
Te la di a tu llegada,
y yace ahora olvidada,
sola al fondo, borrosa.
El desnudo de mi Diosa:
Toda la noche es poca
si quiero llenar tu copa
Hago caso a aquellos sabios:
“Derrama vino en sus labios,
también en los de la boca”
¿Sabes esas mañanas en las que el sol despierta poco a poco, y los dos regresamos del sueño a la realidad poco a poco, como a cámara lenta? Me refiero a esos días en los que por fin uno de los dos vence a la pereza y se acerca a la cafetera, mientras el otro se gira entre las sábanas para sentir el calor del otro lado. Esas mañanas en las que se oye tímido sonido de un recipiente que se abre sin querer molestar. Esos pocos segundos en los que ese primer aroma contenido bajo la tapa, se libera y viene hasta la cama como una caricia. Esos dos golpes secos que despiden el café viejo, seguidos de ese tintineo de cuchara contra el cristal que inicia el nuevo ritual. Ese goteo de presión contenida, que recuerda a los momentos previos al orgasmo de anoche: fuerte pero lento. Rico e intenso.
Dos tazas que viajan inseguras por el pasillo, anunciando su llegada con una sensación de calor que sube lento desde los pies de la cama, subiendo por las piernas, la cadera, rozando un pecho y deteniéndose en la mejilla al posarse sobre la mesilla de noche.
Unos labios que se acercan a la taza para robar el primer sorbo y que seguido comparten una gota con los labios compañeros.
Unas piernas que se abren para recibir a esos labios, que disfrutan ahora de una nueva mezcla de sabores, aromas y calor... que no se ha enfriado del todo desde anoche.
¿Sabes a qué me refiero? Sí, todo esto es lo que está contenido en una buena taza de café. Recuérdalo cada vez que pidas un café para dos. Recuérdalo cada mañana con tu primer café. Recuérdalo cada vez que tus dedos se quemen un poco al coger la tacita. Recuérdalo cada vez que tomes un café con esa persona. Créeme que disfrutarás como nunca de cada sorbo. Y lo mejor: sabrás que al otro lado de la mesa, habrá alguien que también sabe disfrutar de un café como nadie.